Media vida

Un día saliendo de mi oficina de publicidad mientas cerraba la puerta observé entre las matas de un mini jardín que había en la entrada un raro bultito que se movía de manera lenta y extraña, de inicio y a primera vista pensé que podía tratarse de un pulpo que habiendo salido por la playa de Guibia quería hablar con el señor Presidente sobre el exceso de sobrepesca mundial que amenaza con la extinción tantas especies marinas.

En una segunda ojeada algo más inquisitiva me pareció un ser alienígeno, tal vez un habitante de un planeta raro como el Kepler 1b, o el Corot 7b de los que se conoce muy poco, y que había desembarcado en el ensanche Naco como podía haberlo hecho en Katmandú o Boston que es lo más lejos que existe en este mundo para muchos dominicanos.

En una tercera observación esta vez poniendo mayor atención por lo extraño del caso, escudriñé atentamente aquella cosa y llegué a la conclusión de que debía ser el experimento genético fallido de un laboratorio alemán tratando de hacer un perro de raza superior que cuidara, detectara, ladrara, y mordiera con Inteligencia Artificial, y que la prueba había fallado estrepitosamente porque el día anterior los investigadores principales, Otto y Fritz, por tomar demasiada cerveza en las fiestas del Oktoberfest de Berlín no apretaron el botón correcto y el resultado final, en lugar de obtener el super perro capaz de detectar terroristas a cien kilómetros e incluso calcular medimate integrales dobles las coordenadas de su ubicación, el resultado fue algo así como un ejemplar canino nada ejemplar, raro, muy raro, extraño, decepcionante, vergonzoso, canijo, escuchimizado, en resumen una broma de perro.

Y para no desacreditar a la famosa ciencia alemana decidieron mantener el fallo en secreto y lo depositaron en nuestro país porque aquí podría pasar desapercibido, cosas raras e incomprensibles las tenemos y vemos a diario sin extrañarnos lo más mínimo pues los dominicanos somos asimiladores de inhacederos e imposibles, como pocos en este planeta.

El fenómeno raro, el perro sucedáneo, el perro mal resultado, era chiquito, chiquito aunque adulto, alargado como un salchicha, pero sin ser un salchicha, bajito-bajito sin ser enano, su color era de un negro marrón que no era ni negro ni marrón, con un morro alargado que tampoco era alargado, una cola corta que no se podía decir que era ni cola, ni corta, y unas orejas largas, largas, que sí podía decirse que era todo un señor canino orejú-orejú con dimensiones nada proporcionadas con el resto de lo que llamaríamos eufemísticamente, su cuerpo, las arrastraba literalmente por el suelo.

Al verme se mostró contento, todos los viralatas cuando los miran suelen hacerlo, por si acaso funciona, y miren por dónde, a mí, que soy otro raro fenómeno genético humano, el por si acaso funcionó, y de tan insólito que era me hizo gracia, y como soy un samaritano perruno me dio por ayudarlo, y dado que en ese momento era viudo de perros, tal vez hasta adoptarlo. Al ir a recogerlo me di cuenta que sus inmensas orejas y buena parte de su cuerpo estaban infestados de garrapatas y pulgas que ya le habían chupado por lo menos media vida, y la otra media restante debía ser corta si la cosa seguía así.

Por precaución lo metí en una caja de cartón y como ya anochecía y el veterinario estaría cerrado fui hasta un puesto de hamburguesas y le compré una ya cocinada ¡Ay papá! Cuando Mediavida, que así lo bauticé al momento de llevarlo (ya saben ustedes que para poner nombres de perros soy un superdotado) olió y vio ese pedazo de carne no se lo comió sino que lo engulló ¨diunavé¨, le compre otra más y se la llevó de nuevo al coleto con la misma celeridad, que alegría de bien comido político mostró ¡Dos hamburguesas juntas que jamás lo habría podido soñar!

Lo llevé a casa, lo mantuve dentro la caja en el patio por lo infestado que estaba y al día siguiente al veterinario Pérez, allí lo desparasitaron por fuera y por dentro, lo lavaron, secaron y plancharon como a cualquier camisa para ir de fiesta el fin de semana y de nuevo para la casa. Mi familia al ver en fenómeno aquel comenzaron los relajos ¡Pero qué orejas con perro has traído a casa! ¿Ganó el campeonato mundial de perros horrorosos? ¿Es una mezcla de conejo con maco y cacata? Pero como los vira-latas rescatados son sumamente agradecidos, saltaba y ladraba de felicidad y al final todos quedamos contentos con Mediavida. Y así pasaron los primeros días de adopción, mucha comida, muchas caricias, muchas contenturas.

Pero un día la levantarme de madrugada descubrí que el adoptado dormía plácidamente encima del sofá, le hice bajar y le regañé diciéndole que él tenía su propia cama y no debía subirse a ese mueble, quiero mucho a los perros pero siempre he creído que ellos deben estar en su lugar y los humanos en el suyo, hay líneas que no se deben cruzar. Pasaron más días y Mediavida le tomó gusto a esa vida burguesita, al mueble era alto para su tamaño pero se las arreglaba de manera empecinada para encaramarse y hacerlo su tálamo preferido. Le volví a regañar varias veces y al final tuve que tapar el sofá y poner objetos encima para que no pudiera subir. El asunto comenzaba a oler mal.

A los pocos días más se apareció con un ¨pamper¨ asqueroso -la verja de la casa tenía un pequeño hueco por donde podía salir y entrar- asqueroso no, asquerosísimo, sacado de algún basurero y que lo mordía con placer. Le quitamos el ¨pamper¨, lavamos al asqueroso -Mediavida- y la sala por donde lo había restregado. El asunto ya no olía sino que comenzaba a heder. El regaño fue mayúsculo y seguido de una advertencia, o se portaba bien o lo despediríamos de su trabajo de perro raro.

A los pos días lo mismo, otro ¨pamper¨ infecto volvió a aparecer como trofeo mediavidesco, y la misma operación, lavado, regañado y más severamente advertido y casi con medio pie en la dura calle transitada de pulgas, garrapatas y carros peligrosos. El asunto ya no olía, ni hedía, el asunto atufaba. Parecía que Mediavida tenía una fijación traumático-obsesiva con esa prenda sanitaria de limpieza de bebé tal vez porque no se la habían aplicado cuando él lo era.

Pasados otros días por fin ya no trajo un ¨pamper¨, se superó a él mismo y apareció con el cadáver de un gato en pleno estado de putrefacción con sus abundantes jugos incluidos. El asunto ya no olía, ni hedía, ni atufaba, el asunto ya nauseabundo, infectaba. Hubo que lavar, desinfectar y fumigar la casa pues lo había arrastrado por la sala y otras habitaciones. Así que con guantes lo puse en otra caja de cartón y lo saqué de la casa, pues entre el necrófilo y coprófago Mediavida y mi familia opté por esta última.

Lo encaminé hasta cerca del Mercado Modelo y allí lo abandoné a su suerte pues conmigo no la había tenido, lo hice en ese emblemático lugar pensando que tal vez podría hallar restos de comida de las numerosas personas que vendían alimentos y lo visitaban, o de piltrafas de carne desechadas por los numerosos tablajeros que allí trabajaban. Me dio pena, mucha pena, pues pensé que la media vida que le quedaba pronto las Argasidae e Ixodidae que así se llaman las especies dominicanas de garrapatas blandas y duras respectivamente y las Pulex irritans, las irritantes pulgas de nuestro país, ascendiendo por el tobogán de sus orejas se la chuparían en un breve tiempo. Hay destinados al mal destino y Mediavida fue uno de ellos.

Estaba ¨salado¨ cómo diríamos por aquí.

La entrada Media vida se publicó primero en Periódico EL JAYA.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *