Abril del 1965: La primavera del valor y la sangre

Esa frase lapidaria marcó el final de una de aquellas películas que solía mirar de niño en el viejo tripletazo de películas de Telemicro. Era ficción, sí, pero en sus entrañas se escondía una verdad, es por ellos, que cada vez que se aproximan acontecimientos que marcaron con sangre y gloria la historia de nuestra nación, esa frase vuelve a mí, automáticamente. Con ella, no trato de darme ni darles un sorbo de ateísmo, sino más bien, es exaltar a través de su verdad, una cuestión irrefutable: ¡Los pueblos no se liberan de rodillas, se liberan de pie, con la dignidad en alto y con los puños cerrados!

Nuestra tempestuosa historia, es un vivo reflejo de lo referido anteriormente. Ha sido edificada sobre los cimientos del sacrificio y heroísmo de una vasta cantidad de hombres y mujeres que han regado la semilla de la libertad con su generoso líquido vital. Auténticos hijos del pueblo que no vacilaron en asumir los mortales riesgos de las circunstancias en aras de que se respetara la voluntad de las marginadas y maltratadas mayorías.

En abril de 1965, las entrañas ardientes del pueblo dominicano se removieron una vez más. No fue casualidad ni accidente: fue la historia la que se expresó a través del clamor de las masas, decididas a tomar el destino en sus propias manos. Durante más de tres décadas, la sombra sangrienta del trujillato sofocó sus sueños, pero como bien decía Simón Bolívar, el espíritu de libertad no muere, solo duerme. El golpe de Estado que desterró al gobierno legítimo del profesor Juan Bosch no fue más que otro eslabón en la cadena de traiciones ejecutadas por los enemigos del pueblo. Pero como si fuera algo gestado por la naturaleza, en la primavera del 65 se reverdeció la conciencia cívica del pueblo quien se alzó con dignidad, exigiendo el restablecimiento de la democracia con la determinación de quienes saben que la libertad no se mendiga, se arrebata. Las masas populares, junto a valientes figuras del ejército y la política, transformaron las calles de Santo Domingo en trincheras de dignidad donde el coraje y el honor se alzaron como bandera de lucha.

En ese escenario tan complejo como heroico, desfilaron y aportaron sangre y sinnúmero de hombres y mujeres altamente valiosos, y es lógico que muchos se destacaron y se convirtieran en el rostro de la lucha. Allí coincidieron figuras que se merecen un estudio minucioso para poder determinar y explicar el origen de sus alteraciones ideológicas (individuos de vocación autoritaria que lucharon a favor del pueblo), encontrando en la revolución el espacio perfecto para reivindicarse. También, gente común que descubrieron en la contienda una tribuna ideal para ejercitar sus luces patrióticas y liberales convirtiéndose en líderes populares, fue espacio donde jóvenes de manos encallecidas por el trabajo, manos que nunca antes habían empuñado más arma que la de su dignidad, se jugarán la existencia por la democracia.

Militares nativos y extranjeros, algunos de estos últimos, poseedores de un amplio historial represivo, orientaron el cañón de su fusil a favor de la voluntad popular y esparcieron su sangre por un suelo que estaba a miles de kilómetros del que había sido engendrados, dejando como testimonio que es posible renacer en la lucha revolucionaria. Mujeres que se calzaron las botas, abrazaron el fusil y dispersaron por doquier su firme rechazo a la inconstitucionalidad y la presencia maldita de los yanquis invasores.

Consciente de que los grandes hombres suelen entrar en las páginas de la historia solo después de abandonar el escenario de la vida y ahí aparece el reto de mantenerlos vigentes en la memoria colectiva, nos atrevemos a realizar una serie de publicaciones para rendirle un humilde pero sincero tributo a los mártires de abril de 1965, y de paso, deseamos que las mismas sirvan como un módico aporte para fortalecer el conocimiento de la historia en nuestros estudiantes y la ciudadanía en sentido general. Dichas publicaciones, estarán abiertas al debate y a los aportes y consideraciones de cada uno de ustedes. Estas serán posibles gracias a la receptividad que nos brindan nuestros amigos del emblemático periódico El Jaya.

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