El desfile militar de cada 27 de febrero, una herencia trujillista

El 27 de febrero de cada año, fecha en que celebramos nuestra Independencia de Haití, los presidentes de turno, por tradición, preparan y encabezan para esa fecha un gigantesco desfile militar en la Avenida George Washington (el malecón), de las distintas brigadas, batallones de cadetes, equipos élites y especializados de los diferentes órganos de seguridad que forman parte del Ministerio de Defensa (MIDE): la Armada de la República, el Ejército de la República, la Fuerza Aérea, Policía Nacional, entre otros.

En el mismo se exhiben los equipos y armamentos pesados de guerra más sofisticados, conformados por camiones blindados, tanques y tanquetas, cañones, aviones, helicópteros, drones, vehículos anfibios, carros de combates,
barcos y corbetas, ametralladoras 50, morteros, lanza granadas, unidades motorizadas, entre otras.

En estos desfiles se movilizan unos 10,500 efectivos, quienes, además de los equipos, tienen que ser trasladados desde distintos puntos y regiones del país, en los que el gobierno dominicano gasta cientos de millones de pesos, que muy bien podrían ser utilizados en obras y servicios básicos, con el único objetivo de mantener viva una tradición nefasta y de malos recuerdos, que data de los tenebrosos treinta y un años de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, que llenaron de luto, sangre, dolor y terror al pueblo dominicano.

El dictador disfrutaba, se regocijaba, ufanaba y se llenaba de orgullo con estos desfiles militares pues a través de esta parafernalia, trataba de sembrar el terror y el miedo al pueblo dominicano para que no intentara derrocarlo; también, con estos desfiles, entraba en competencia con los demás dictadores de América y del Caribe, con los que hacia alardes de su poder hegemónico, queriendo demostrar de que era el más fuerte y temible de la región.

Entre los dictadores de la época, a los que él pretendía superar y avasallar, se citan: François Devaluar, de Haití; Fulgencio Batista y Gerardo Machado de Cuba; Los Somoza de Nicaragua; Juan Vicente Gómez de Venezuela; Gustavo Jorge Pinilla de Colombia. Hasta con el dictador Francisco Franco de España, su orgullo y su ego personal, lo animaban a competir, entre otros dictadores.

Como podemos observar, estos desfiles no tenían otros objetivos que dar a demostrar el poder militar que ostentaba el dictador Trujillo, el cual fue fortalecido luego de las expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo, las cuales tenían como finalidad su derrocamiento.

En estos momentos, nuestro país no está en guerra ni está siendo amenazado por ningún otro país. La única amenaza que estamos sintiendo, que está afectando en gran medida el presupuesto de la nación es la inmigración de haitianos indocumentados.

La misma ha crecido en los últimos años en todos los gobiernos, fruto de la corrupción que opera en la frontera y con las haitianas embarazadas indocumentadas, por lo que no hay necesidad de continuar gastando tantos recursos en una actividad que solo sirve para satisfacer el ego de los presidentes de turno, que también se vanaglorian y disfrutan con su celebración.

Ojalá que el Presidente de la República reflexione en este sentido y suspenda estos desfiles, que solo contribuyen a gastar dinero innecesario, a llenar de júbilo y orgullo a los altos jefes militares y a recordar época ya superadas, que llenaron de mucho dolor y sufrimiento al pueblo dominicano.

El autor es Contador Público Autorizado y Máster en Relaciones Internacionales,

Ex diputado al Congreso Nacional y Miembro de la Cámara de Cuentas de la República

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