Cuaresma, reflexión y conversión
Los afanes de la vida invaden nuestros espacios personales. Tanto es así, que ya reír, compartir y cambiar de rutina de vez en cuando, se hace cada vez más difícil porque las preocupaciones humanas aumentan. Al parecer, conseguir dinero para pagar las deudas y cumplir con algunos caprichos momentáneos, es el pan de cada día. De aquí que cuesta sentarse, respirar profundo y luego preguntarse, ¿hacia dónde estoy dirigiendo mi vida? ¿Qué valor tienen las cosas que constantemente realiza? ¿Dónde se encuentra Dios en todo lo hago?
Todo se ha vuelto volátil, efímero y funcional. Ya muchas personas no trabajan para vivir, sino que viven para comer. La sociedad le ha impuesto un orden, una manera dependiente de organizarse. Estamos dejando que lo que hacemos sea lo que nos defina. Nos están esclavizando en nuestra propia circunstancia y con nuestro propio tiempo. Paulatinamente, las actividades sanas y recreativas se ven limitadas por el horario de trabajo, manipuladas por las propagandas comerciales, que para vender sus productos tienen que valerse de ilusiones y fantasías.
Precisamente en este contexto múltiple, se presenta la Cuaresma, no para ofrecer una mercancía temporal, tampoco para juzgar nuestras acciones ni mucho menos para quitarnos la paz. Todo lo contrario, la Iglesia Católica nos regala cinco semanas de reflexión, para meditar y hacer un inventario de nuestra vida. Un itinerario de ejercicios espirituales para mirar nuestra vida desde otros ojos; no humanos, sino divinos. Pero para que esto se haga realidad, es necesario detenerse, hacer un stop, sacar un espacio de nuestra agenda, anotarlo y contemplarse por dentro.
Nuestro mundo le tiene miedo al pensamiento y a la reflexión. Es una época del “comer y beber”; una generación del “usar y tirar”; un siglo del“cero compromiso y mucha diversión”;un momento histórico donde el morbo y la difamación son las informaciones exclusivas. En resumidas cuentas, este es un tiempo en el que las personas viven de los instantes, de lo pasajero, olvidando en muchas ocasiones sus raíces y sus principios éticos y morales. Aunque se sabe que actúan así porque no quieren recibir malas noticias, les aterra que le dañen su fiesta, que lo saquen del mundo superficial y líquido en el que se encuentran.
Sin embargo, a pesar de que el hombre se aleja, Dios continúa hablando en su corazón. Su presencia no se ha mudado de nosotros. Sigue cerca de la conciencia. Vive paso a paso nuestros logros y fracasos; caídas y levantadas, tristezas y alegrías. Tal vez, todo ha cambiado porque como vivimos rodeados de tantas distracciones, pendiente de todo y enfocados en nada, ya se nos hace “imposible” percibirlo, consideramos que es dificultoso encontrarlo en lo cotidiano, en lo común. Esto ha llevado entonces a que algunas personas vivan el ateísmo y a ver debilitada su fe en lo sobrenatural. Mas, aunque existan muchos motivos para seguir viviendo como si no ocurriera nada, detente, analiza fuera de la prisa del presente y verás cómo entrarás una luz que te guíe en tu confuso caminar.
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