No es el maestro, es el presidente: el verdadero educador del país

La frase necesitamos más educación” se ha convertido en un eslogan repetido hasta el cansancio en nuestro país. Ha inspirado luchas por el 4% del PIB para la educación, generado debates y sembrado grandes esperanzas de que una mayor inversión en el sistema educativo nos lleve al desarrollo. Sin embargo, la realidad nos ha demostrado que esto, no es suficiente.

 

Existe una gran confusión al asociar la educación exclusivamente con la escuela y la Universidad.  Si bien son claves  en la formación de los ciudadanos, no son los principales agentes educativos de una sociedad. La educación se nutre de múltiples influencias, y, en muchos casos, no son estas las que tienen el mayor impacto en la conducta de las personas.

 

En mi experiencia como profesor universitario en diversas instituciones durante décadas, he podido observar que la educación de un pueblo está determinada, en gran medida, por sus líderes. Y, en nuestro caso, el mayor educador de la nación no es el maestro, sino el presidente de la República y con él, el liderazgo político, con su ejemplo.

 

La conducta del presidente y sus valores impregnan de manera directa, todo el sistema social. Si un presidente es honesto, trabajador y austero, su ejemplo se reflejará en la cultura del país. Si, por el contrario, es corrupto, autoritario o populista, estos rasgos se trasladarán directo a la ciudadanía. No se trata solo de discursos o promesas, sino del mensaje que transmiten sus acciones.

 

Esto lo pueden confirmar quienes han vivido los distintos gobiernos de los últimos 60 años. La educación en la época de Trujillo, por ejemplo, reflejaba los valores y el control que él imponía. Luego, con cada cambio de gobierno, el sistema educativo y la conducta de la población también cambian al unísono con el presidente.

 

Un caso concreto lo viví en la Academia Militar de las Fuerzas Armadas, donde fui profesor desde 1977, entrando con Balaguer, siguiendo con Guzmán, Jorge Blanco y terminando  con Balaguer en 1987. Durante esos diez años, observé mo los planes de estudio y hasta la disciplina de los cadetes se adaptaban al estilo sicológico y conductual de cada presidente. Pasamos de enseñar ecuaciones diferenciales en matemáticas, a enfocarnos en aritmética básica, dependiendo de la visión del mandatario de turno. Incluso, hasta en la manera de saludar se reflejaba la influencia presidencial.

 

Podemos concluir, que la educación está en las aulas de las escuelas y las universidades.  Pero también está en la presidencia, en el hogar, y en el vecindario, en la TV, en las redes, en la policía, y en los tribunales.

Entonces, cuando decimos, “necesitamos más educación”, ¿a que sector nos referimos, al presidente, a los maestros, a la familia o a todos como un sistema que moldea la conducta de la sociedad?    ¿realmente la educación que necesita nuestro país se limita a lo que sucede en las aulas?

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